Mientras espero la última hora del día
que va envolviendo la noche
con su manto mortecino,
recuerdo aquella pareja
en la sombra del café,
sé que no existía nada más...
Quizás ella le contara
cómo había pasado el día,
quizás llegó tarde a la oficina
o al mercado, quién sabe.
Sólo sé que ella le miraba
como nunca me han mirado
y él la miraba como quizás
nunca llegue a mirar.
Ya ha llegado el nuevo día
que me sorprende como tantas veces,
borracho de nostalgias
en esta triste habitación.
Quizás vuelva mañana
a encontrarlos en el mismo café
para recordarme que todavía
no es tarde.
Me gusta, pasaré por aquí más amenudo.
ResponderEliminarUn saludo.
Muchas gracias Laura. Un saludo.
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