¿Dónde te has ido, maestro de la palabra diaria,
eterno trovador de los humildes?
Intenta regresar, haz un esfuerzo ya que tus versos te reclaman,
como también lo hacen la lluvia,
aquella pareja sentada a la izquierda del viejo roble,
el alba y la alegría como destino.
¿Desde dónde nos miras, cronista de treguas y lugares?
tal vez desde cada palabra escrita en la bruma
de una noche cualquiera,
desde los trazos que damos a nuestro lienzo cotidiano
mientras aprendemos a vivir como náufragos en la niebla,
como una bandera de nadie en medio de la tempestad.
¿Hacia dónde caminas pensando táctica y estrategia,
creador de inmensidades sencillas como amaneceres?
Dime dónde recibirás estas letras, a qué código postal del alma
debo escribirte.
Desde la azotea del tiempo esperaré tu respuesta
y no perderé la esperanza de que algún día podamos conocernos.
Este bonito y emocionante poema podía estar dedicado también perfectamente, a los dos últimos genios (cada uno en lo suyo) que han desaparecido este año: José Antonio Labordeta y Enrique Morente.
ResponderEliminar¡Gracias, Jorge, por recordar a uno de mis poetas favoritos!
Besos
Mª Dolores
Llevas toda la razón, Dolores, vamos a dedicárselo también a ellos. Gracias a ti por estar ahí.
ResponderEliminar¡Besos!