Parece crepitar en los pulmones del asfalto
el tenue sol de medianoche,
su aroma llena hasta el último rincón,
hasta la última página de este libro en blanco
que comenzamos cada día.
Miro las palabras... he aquí mi reino, mis riquezas...
estas son las posesiones que me colman.
Vivo para escribir, lo reconozco,
admito mis ambiciones...
Quiero ser mensajero del viento,
ojos en la niebla, oídos en la noche.
En este momento el corazón deshiela los sonidos
a fuerza de latir y da cuerda a un reloj inmenso,
a esta riqueza extraordinaria de ser inmortal,
a esta hora,
en este preciso momento en que tú me miras.
Después todo se destruye como un castillo de naipes.
Todo, el reino, las palabras, inluso el silencio.
Mientras, fuera, ajena de todo, sin miedo y sin permiso
florece implacable la vida.
"Mientras, fuera, ajena de todo, sin miedo y sin permiso florece implacable la vida" Me encanta este final. ¡Gracias, por encontrar un momento para ponernos este poema!
ResponderEliminarUn abrazo
Mª Dolores
Gracias a ti, Dolores. ¡¡Un fuerte abrazo!!
ResponderEliminarPrecioso...Nunca dejes de escribir, de transmitir tanta grandeza de una forma tan sencilla y humilde como pueden ser estos versos, intensos y melódicos que no hacen sino recordarnos lo dura que puede ser la vida a la vez que dichosa por darnos la oportunidad de disfrutar con un simple verso...
ResponderEliminarMe ha encantado...
Un besote enorme, cuídate
Muchas gracias Clarita, ¡¡un beso!!
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