Hoy se cumple el aniversario de la Muerte de Don Antonio Machado, nuestro genial poeta que murió en Colliure, lejos de su casa y con el alma rota por la guerra. Su madre falleció tres días después. En su bolsillo, el último verso que dice “Estos días azules y este sol de la infancia”. Hay numerosa información sobre Antonio, por lo que no voy a escribir sobre su vida, simplemente quiero que estas escuetas líneas sirvan de homenaje para uno de nuestros POETAS, con mayúsculas, cuyos versos me han acompañado en innumerables ocasiones, ya sea leyéndolos o escuchándolos, cantados por Serrat o Paco Ibáñez. A continuación dejo uno de sus poemas, quizás mi preferido:
Retrato
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
Es precioso.
ResponderEliminarRecordando al poeta
ResponderEliminarEstos dias azules, y este sol de la infancia, quizá hubiera podido ser otro poema, si la muerte no le hubiera encontrado tan pronto.
Puede ser que fuera en gan parte a la gran tristeza que tuvo que ser, salir de España de esa forma.
Gracias Jorge
Adoro este último verso. Es perfecto, un perfecto verso alejandrino con un ritmo exquisito. Un magnífico homenaje a un poeta egregio.
ResponderEliminarAbrazos para ti...