Perdidos entre la gente, solos, completamente solos
bajo la atenta mirada de las azoteas
y los coches que nos salpican con su prisa.
Supiste distinguirme entre millones de rostros.
Supe distinguirte, a ti, luz pequeña,
entre las ruinas de fríos continentes.
Los jardines recuperaron su antiguo aroma,
se vistieron de gala cedros y olivos,
álamos y encinas.
Se desnudó la ciudad para guarecernos
en su eterno regazo, a nosotros,
tan insignificantes pero ungidos
con la dicha de los que vuelven,
de los que son esperados.
Para dejarnos solos hice que el estruendoso silencio
inundara la tarde y cubriera de ceniza las miradas y los ecos
de un bullicio agonizante.
Sin pretender hacerlo, hoy paramos el tiempo,
detuvimos el camino insomne de los astros,
cambiamos el designio de los dioses
durante el breve instante que duró nuestro abrazo.
¡Felicidades por tu talento y gracias por compartirlo con nosotros! Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias Marta. Un abrazo.
ResponderEliminarEs un regalo de la vida descubrir poemas como éste. Gracias y felicidades.
ResponderEliminarAntonio
Muchísimas gracias Antonio por tus palabras, me alegra mucho que te guste. Un abrazo y gracias a ti.
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